viernes, 6 de mayo de 2016

Me siento mal y no sé por qué


Lo tienes todo para ser feliz, pero no te sientes bien.


 
¡NO ENTIENDO LO QUE ME PASA!

 




¿Sientes malestar y no sabes por qué?
¿Sientes ganas de llorar sin motivo aparente?
¿Lo que tienes no te hace sentir feliz?
¿Crees que puedes tener depresión?
 

 
 
 Te encuentras mal, con más cansancio que de costumbre, sin motivación, sin ganas y no entiendes por qué.

Miras a tu alrededor y ves que tienes muchas cosas buenas e importantes que te deberían hacer feliz, pero no lo consigues.

Tienes mal humor y las reacciones de los demás te molestan y no consigues estar a gusto ni en compañía, ni en soledad.

Párate un momento y obsérvate. Pregúntate si tienes alguna necesidad por satisfacer.

No nos enseñan a pensar en nosotros mismos.

Por educación, por las prisas con las que vivimos, prestamos más atención a lo que "debemos" hacer (trabajo, estudios,  compromisos sociales, tareas domésticas...) y a las personas que "tenemos" que satisfacer (jefes, cónyuge, padres, hijos, amigos...) olvidándonos así de nuestros propios deseos.

Piensa por un momento ¿Quién eres ahora realmente? ¿Cuáles son tus necesidades reales, aquí, en este momento? No prestes atención a lo que se te ha dicho que debe ser la norma y mira con claridad cuáles son tus verdaderos deseos.

Si alguno de esos deseos no están aún satisfechos, no te encontrarás bien y debes asumir la responsabilidad de este sufrimiento.

Sigue preguntándote ¿En qué es lo que no estoy satisfecho? ¿Cómo puedo conseguir la satisfacción?

 

¿CUÁLES PUEDEN SER TUS NECESIDADES? 

  • La necesidad de amar y ser amado. Ésta es la necesidad a la que normalmente se concede más importancia. Abarca campos muy extensos: necesidad de amor paterno, amor sexual, de amor de Dios, del prójimo; necesidad de ser estimado y querido, necesidad de recibir o dar ternura...

  • La necesidad de sentirse útil a alguien o para algo. Es una necesidad que se satisface con más frecuencia que la anterior. Se nota más en la madre, cuyos hijos crecen y se marchan, o en el trabajador que pasa al paro o a la jubilación. Sufren más esta insatisfacción los que han vivido más para su trabajo que para su propia persona. Esta actitud lleva consigo centrarse en las exigencias de los demás, como ocurre con la madre que vive para satisfacer los deseos de sus hijos en detrimento de los suyos propios, o en el obrero, que vive para su trabajo y las necesidades de su familia, olvidándose de sí mismo.

  • La necesidad de realización y de autonomía.
    Feliz el que llega a realizarse sin dominar ni sublevarse, porque, en caso contrario, sería dueño o esclavo de los demás. Estos dos últimos casos, generalmente, no logran su satisfacción.
    "No quiero cambiarte. Tú sabes mejor que yo lo que te conviene. No quiero que me cambies. Quiero de verdad que me aceptes y respetes mi forma de ser".
 
  • La necesidad de seguridad. Es la necesidad de sentirse protegido contra la adversidad.
La inseguridad ante el cambio hace que  muchas personas permanecen mucho tiempo soportando condiciones opresivas o desagradables.
Arrinconarse en una situación así produce angustia. Sobre todo hay muchos que no tienen la energía necesaria para cambiar las condiciones limitativas.
La búsqueda de la seguridad a cualquier precio puede resultar agobiante si nos lleva a una existencia monótona, de costumbres encasilladas. A fuerza de evitar los imprevistos, se corre el riesgo de desperdiciar la vida.


  •  La necesidad de libertad. A fuerza Se puede considerar opuesta a la anterior. Todo el mundo necesita libertad de acción en el trabajo, en su casa, en la calle. Algunos sufren porque se consideran limitados. 
Muchos se creen libres y, en realidad, soportan una esclavitud de la que no se dan cuenta. No hay nadie completamente libre.
Satisfacer esta necesidad es algo arduo y difícil. Se puede dar prioridad "al qué dirán". Su cara oculta es, generalmente, el "qué diré yo".

 
¿Qué se trabaja desde la psicoterapia? 

En nuestra cultura las necesidades vitales están relativamente satisfechas, pero nos cuesta admitir que tenemos otras carencias porque no las consideramos igual de importantes.

En el espacio de una consulta de psicología se pueden expresar deseos sin ser juzgado, así podemos aprender a concedernos otras opciones.
 
La psicoterapia puede ayudarte a expresar esos deseos que consideras más fantasiosos o menos confesables.
 
A permitirte sentir que te mereces ser feliz.
 
 


www.espaciodeayuda.es









 
 



 

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